El título de esta entrada empieza parafraseando el libro de Gabriel García Márquez «Del amor y otros demonios» pues la salud mental es la pandemia silenciosa que estamos viviendo. Yo estoy diagnosticado desde el año pasado con trastorno de ansiedad generalizada y ataques de pánico, y soy consciente de haberme demorado demasiado en pedir ayuda psicológica, pues es algo que llevo padeciendo desde que estaba en mi época escolar. A veces esta llega sin avisar, sin un detonante evidente, lo que hace que el insomnio llegue y con este un mal día, lleno de irritabilidad y sentimientos de frustración. Otras veces sí hay algún evento que sirva de «botón de encendido», y aunque en estas ocasiones sé muy bien qué hacer y cómo proceder, no dejo de angustiarme por situaciones que, no solo no han pasado sino que, muy seguramente, no van a suceder.
Hablo de este tema porque próximamente seré vulnerable a cualquier episodio de ansiedad y pánico, debido a que en cuestión de días se juntarán la entrega de resultados de varias convocatorias en las que he participado: el 22 de julio darán los 60 finalistas del «Concurso de cuentos cortos para esperas largas» del Festival de literatura de Pereira; el 27 de julio será la rueda de prensa dando el nombre de los ganadores del «XV Concurso Nacional de Novela y Cuento» de la Cámara de Comercio de Medellín; entre el 1 y el 3 de agosto informarán a los ganadores de la «Convocatoria Sabaneta Fantástica» de la Biblioteca Pública Municipal Juan Carlos Montoya; por último, aún sin definir una fecha, pero se cree que debería ser para la segunda o tercera semana de agosto, los resultados preliminares del concurso «Medellín en 100 palabras».
Algunos de los relatos son de mejor calidad que otros, pero todos escritos en medio del insomnio producido durante mis ataques de ansiedad, por lo que «escribir» se traduce en mí como «válvula de escape». Sí, esto es algo muy personal, no es tan loable como lo fue la entrada anterior, pero lo hago no con el fin de victimizarme, sino, por el contrario, de dar voz a aquellos que sienten que no la tienen, a quienes la salud mental todavía les parece que no va con ellos, los que ven la psicología y las terapias como una pérdida de tiempo, y los que no se atreven a pedir ayuda por la enorme cantidad de prejuicios sociales de su entorno, factores que en mi caso impidieron pedir ayuda a una edad más temprana. Sepan que no están solos y que siempre hay alguien dispuesto a escucharlos y dar una mano.
En mi caso, la escritura y la ansiedad van de la mano. El momento en el que escribo esta entrada, una no puede existir sin la otra. Así como escribir me ayuda a relajar la mente, participar en concursos con mis textos hace que mi cabeza dé más vueltas por los caminos del desespero y la frustración por no obtener los resultados oportunamente. Y sí, seguramente en los próximos días de ansiedad los aproveche para avanzar en otra novela, para así participar más adelante de otra convocatoria, que a su vez me generará nuevamente ansiedad en espera de los resultados, y de escrito en escrito, de ansiedad en ansiedad, llenar mi cabeza de demonios, de personajes, de historias, de momentos, que algún día verán las páginas de un libro, o no.
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