Esta semana vi la película «Everything Everywhere All at Once» o «Todo en todas partes al mismo tiempo» y me reí muchísimo, como hace años no lo hacía. Tranquilos, no voy a mencionar nada de la trama, la pueden ir a ver incluso después de leer esta entrada. Al terminar de verla le mencioné al amigo con el que fui lo «ridículamente absurda» que me pareció, sin tomar esta expresión como algo malo; por el contrario, ese par de adjetivos para calificarla, los usé como halago, y les voy a explicar por qué. En primer lugar, porque lograr trivializar la pregunta más importante de la filosofía occidental, «¿por qué existimos?», al punto de cambiarla por un «¿para eso existimos?». Nos presenta una situación (el multiverso) que se ha tocado mucho en películas de superhéroes y de ciencia ficción, pero aquí la abordan desde el humor, desde el ridículo, llevando las situaciones más cotidianas al extremo, haciéndonos reír hasta las lágrimas y al final poniéndonos a pensar en las implicaciones de cada una de las decisiones que tomamos en el día a día. Ver situaciones que nos pueden parecer sarcásticas, referencias a otras películas, y momentos de reflexión en medio de una escena de acción, pueden llegar con facilidad a la audiencia y generar en el espectador la sensación de entretenimiento a la vez que de empatía con la protagonista y el ponernos a divagar sobre ¿qué haríamos en esa situación?
Hubo un momento de la película en la que me recordó algo que publiqué hace un par de años sobre nuestra relación con el universo. Yo escribí:
«... no es difícil suponer que nuestra relación con el universo pasa por niveles casi de la inexistencia, somos producto de la casualidad, o el residuo cósmico de explosiones ancestrales. Hay más posibilidades de que cada uno controle cada átomo de nuestro cuerpo que de la posibilidad que seamos algo significativo para el universo... Entonces, como el ser humano no puede controlar cada átomo que lo conforma, es más, ni siquiera puede ser consciente de su presencia, no lo ve como unidad, sino como parte de un todo, nosotros como seres humanos, mucho menos somos fundamentales para el universo, a este no le importa si existimos, porque no se da cuenta, realmente somos insignificantes como presencia universal. Y si para la totalidad del universo ni existimos, ¿Qué decir de un ser supremo? Pues lo mismo, si existiese, ni por enterado que nosotros sí lo hacemos...»
Ahora bien, volviendo a la reseña, en la película es este el único momento serio, alejado de toda escena de acción, que se ve interrumpido de súbito por otra escena de burla y deja en el aire un tufillo a condescendencia con el espectador, indicando que no todo el público está en condiciones de entender el contenido filosófico del guion y es mejor volver a las risas y al absurdo como hilo conductor. Aquí me pregunto, ¿en serio no somos conscientes de nuestra existencia al punto de no ver más allá de nuestras narices, e importarnos únicamente lo que nos suceda como humanos y no como humanidad? Y, por otro lado, ¿es la risa el resultado de nuestra evolución para enfrentar discusiones y cuestionamientos filosóficos, sirviendo como una válvula de escape a nuestros propios pensamientos? Quizás sea ese el motivo por el que la comedia siempre ha sido tan infravalorada, tan restringida en otros contextos. Recuerdo que Umberto Eco en su novela «El nombre de la rosa» insinuaba este tema bajo el misterio de una abadía medieval, en la que las páginas del libro de «la Poética de Aristóteles» habían sido envenenadas para que quien lo leyera no pudiera mencionar su existencia, pues, en palabras del monje responsable del cuidado de estos textos prohibidos:
«... la risa mata el miedo, y sin el miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo ya no hay necesidad de Dios.»
Sea, pues, que esta pequeña reseña sirva para pensar sobre nuestra existencia y sobre la risa; sobre pensar el absurdo como fuente de razonamiento; sobre ver en el otro lo que nos da risa, así no veamos lo mismo en nosotros mismos. La literatura y el cine tienen muchos ejemplos y en esta entrada solo incluí dos, uno actual y otro con más de cuarenta años, pero que nunca pasará de moda. Y usted, ¿con qué frecuencia ríe?
Recuerde estimado/a lector/a que este es un espacio de opinión personal que no involucra el pensamiento de la editorial, que amablemente me ha invitado a participar del mismo, y con el que pueden o no estar de acuerdo, así que bienvenida la crítica a las ideas con respeto.
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